domingo, 29 de junio de 2008

2do ENCUENTRO DE AUTORES
EN LA PATAGONIA 2008
en torno al CUENTO infantil y juvenil
Punta Arenas se capacita en fomento lector
Octubre de 2008, Punta Arenas

miércoles, 9 de abril de 2008

HANS CHRISTIAN ANDERSEN


Hans Christian Andersen (2 de abril de 1805 - 4 de agosto de 1875), escritor y poeta danés, famoso por sus cuentos para niños, entre ellos El patito feo.

Nació el 2 de abril el gran escritor danés en Odense, Dinamarca, de una familia muy pobre, de forma que hasta tuvo que dormir bajo un puente y mendigar. Era hijo de un zapatero instruido pero enfermizo de veintidós años, y de una lavandera varios años mayor que él, de confesión protestante. Andersen le dedicó por su pobreza La pequeña cerillera, y también No sirve para nada, por su alcoholismo, aunque fue un niño muy querido. El padre adoraba a su hijo y a él se debió seguramente la pasión del pequeño Hans por el teatro, ya que le fabricó un teatrillo y unas marionetas para las que el niño cosía la ropa. Toda la familia vivía y dormía en una pequeña habitación.

Hans Christian mostró una gran imaginación desde temprano, que fue alentada por la indulgencia de sus padres y la superstición de su madre. En 1816 su padre murió y Andersen dejó de asistir a la escuela. Se dedicó a leer todas las obras que pudiera conseguir, entre ellas las de Ludvig Holberg y William Shakespeare.

Andersen decidió convertirse en cantante de ópera y se trasladó a Copenhague en septiembre de 1819. Una vez allí fue tomado por lunático, rechazado y prácticamente se quedó sin nada, pero hizo amistad con los músicos Christoph Weyse y Siboni y más tarde con el poeta Frederik Hoegh Guldberg. Su voz le había fallado, pero fue admitido como alumno de danza en el Teatro Real de Copenhague. Perezoso como era, perdió el apoyo de Guldberg, pero hizo amistad esta vez con Jonas Collin, el director del Teatro Real, que sería su amigo de por vida.

El rey Federico VI, se interesó en el extraño muchacho y lo envió durante algunos años a la escuela de Slagelse. A pesar de su aversión por los estudios, Andersen permaneció en Slagelse y en la escuela de Elsinor (en danés Helsingør) hasta 1827, aunque admitió más tarde que estos años fueron los más oscuros y amargos de su vida. Collin finalmente consideró acabados sus estudios y Andersen volvió a Copenhague.

El mismo año de 1827 Hans Christian logró la publicación de su poema El niño moribundo en la revista literaria Kjøbenhavns flyvende Post, la más prestigiada del momento. El poema apareció en las versiones danesa y alemana de la revista.

Al año siguiente Andersen ingresó a la Universidad de Copenhague. En 1829, cuando sus amigos ya consideraban que nada bueno saldría de su exentricidad y vivacidad, tuvo considerable éxito con un volumen llamado Un paseo desde el canal de Holmen a la punta Este de la isla de Amager. Andersen será un viajero empedernido - «viajar es vivir», decía - y escribirá después sus impresiones en los periódicos. De sus idas y venidas también sacó tema para sus escritos. También exitosa fue su primera obra de teatro, El amor en la torre de San Nicolás, publicada el mismo año de 1839.

Para 1831 había publicado el poemario Fantasías y esbozos y realizado un viaje a Berlín, cuya crónica apareció con el título Siluetas.

En 1833, recibió del rey una pequeña beca de viaje e hizo el primero de sus largos viajes por Europa. En 1834 llegó a Roma.

Italia inspiró su primera novela, El Improvisador publicada en 1835 con bastante éxito. El mismo año aparecieron también las dos primeras ediciones de Historias de aventuras para niños, seguidas de varias series de historias cortas. Antes había publicado un libreto para ópera, La novia de Lammermoor, y un libro de poemas titulado Los doce meses del año.

El valor de estas obras no fue muy apreciado en principio y tuvieron poco éxito de venta. No obstante, en 1838 Hans Christian Andersen ya era un escritor establecido.

Andersen fue un gran viajero. El más largo de sus viajes, entre 1840 y 1841, lo llevó a través de Alemania (donde hizo su primer viaje en tren), Italia, Malta y Grecia a Constantinopla. El viaje de vuelta lo llevó hasta el Mar Negro y el Danubio. El libro El bazar de un poeta (1842) donde narra su experiencia es considerado por muchos su mejor libro de viaje.
Mientras tanto, la fama de sus cuentos de hadas había ido creciendo. Comenzó a escribir una segunda serie en 1838 y una tercera en 1843, que apareció publicada con el título Cuentos nuevos.

Andersen se convirtió en un personaje conocido en Europa, a pesar de que en Dinamarca aún había quienes lo aceptaban con desgana. Sus obras ya eran traducidas al francés, al inglés y al alemán. En junio de 1847 visitó Inglaterra por primera vez, y su viaje resultó ser un éxito. Charles Dickens lo acompañó en su partida. Después de esto, Andersen continuó publicando, aspirando a convertirse en novelista y dramaturgo, lo que no consiguió. De hecho, Andersen no tenía demasiado interés en sus cuentos de hadas, a pesar de que sea justamente por ellos por los que sea apreciado hoy en día. Aun así, continuó escribiéndolos y en 1847 y 1848 aparecieron dos nuevos volúmenes. Tras un largo silencio, Andersen publicó en 1857 otra novela Ser o no ser. En 1863, después de otro viaje, publicó otro de sus libros de viaje, En España, país en que le impresionaron en especial las ciudades de Granada y Toledo. Cualquier tema le bastaba para levantar un cuento, un poema o una pieza teatral. "El soldado" se lo inspiró un soldado español de los que Napoleón envió a Dinamarca. Aquel muchacho le sonrió al niño que era Hans, lo cogió en brazos y le dio a besar una medalla de la Virgen que llevaba al cuello, hecho que no hizo mucha gracia a su madre, ya que la familia era cristiana protestante. Sin embargo, Andersen nunca olvidó la atención y la simpatía de aquel hombre y lo salvó del olvido con la composición citada que fue musicalizada por Robert Schumann y Edvard Grieg.

Una costumbre que Andersen mantuvo por muchos años, a partir de 1858, era narrar de su propia voz los cuentos que le volvieron famoso.

Hans Christian Andersen recibió en vida muchos honores. En 1866 el rey de Dinamarca le concedió el título honorífico de Consejero de Estado y en 1867 fue declarado Ciudadano ilustre de su ciudad natal.

Sus cuentos para niños continuaron apareciendo hasta 1872, cuando las últimas historias fueron publicadas en navidad. Durante la primavera de ese año, Andersen sufrió una caída desde su propia cama, lo que le produjo heridas graves. Nunca volvió a recuperarse del todo, y el 4 de agosto de 1875 murió en la casa llamada Rolighed, cerca de Copenhague donde está enterrado.
En su honor, desde 1956 se concede, cada dos años, el premio Hans Christian Andersen de literatura infantil y, desde 1966, también de ilustración.

En 1976, el Astrónomo Nicolai Chernykh bautiza en honor a este escritor al asteroide 2476 con el nombre de Andersen

Entre sus más famosos cuentos se encuentran El patito feo[1], El traje nuevo del emperador[2], La reina de las nieves, Las zapatillas rojas, El soldadito de plomo, El ruiseñor, El sastrecillo valiente y La sirenita. Han sido traducidos a más de 80 idiomas y adaptados a obras de teatro, ballets, películas, dibujos animados, juegos en CD y obras de escultura y pintura.

domingo, 6 de abril de 2008

ABRIL... MES DE LOS LIBROS



2 de Abril: Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil


Desde 1967, el 2 de abril —aniversario del nacimiento del escritor Hans Christian Andersen—, las Secciones Nacionales de IBBY organizan la celebración del Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil para estimular el amor por la lectura y para promover el interés por los libros para niños.
Cada año, un país miembro de dicha organización actúa como sponsor internacional del DILI. Su tarea consiste en convocar a un escritor destacado para redactar el mensaje a los niños del mundo y a un ilustrador famoso para diseñar un poster. Estos materiales se utilizan de diferentes maneras para promover el libro y la lectura: a través de los medios de comunicación, de actividades en escuelas y bibliotecas públicas, de encuentros con autores e ilustradores, de concursos literarios o de presentaciones de libros o premios.

Este año, la sección de Tailandia, distribuye el cartel y el mensaje de Chakrabhand Posayakrit.

Éste es el texto seleccionado este año:


"La búsqueda del saber a través de la lectura debe recibir
un trato prioritario y debe ser fomentado desde la infancia.
En mi opinión, a los niños tailandeses, desde siempre, se les ha inculcado
el deseo de conocer a través de la lectura, y ésta se ha basado
en una cultura y una tradición. Los padres son sus primeros profesores,
y los clérigos, sus principales mentores. Ellos han guiado y educado
a los más pequeños tanto intelectual como mentalmente, tanto en
asuntos mundanos como espirituales.
Así, para realizar este cuadro, yo encontré la inspiración
en las ancestrales tradiciones de Tailandia: contar cuentos a los niños
para educarlos haciéndoles leer inscripciones grabadas en hojas
de palmera que luego se colocaban sobre pequeñas mesas plegables
diseñadas exclusivamente para leer sobre ellas.
Las historias escritas en hojas de palmera generalmente provienen del
Budismo. Hablan de la vida de Buda y de las historias de los
jatakas, con la noble intención de cultivar las mentes de los jóvenes
y de infundirles fe, imaginación y sentido de la moralidad."

Chakrabhand Posayakrit

Según la tradición budista, los jatakas son historias que cuentan fragmentos de las vidas anteriores de Buda. Los protagonistas de estas historias pueden ser hombres o animales que encarnaron a Buda y a otros personajes relacionados con él. Algunos jatakas son fábulas de animales inteligentes o de hombres sabios. Otros cuentan cosas acerca de héroes que vivieron en reinos mágicos. Y otros son poesías antiguas o leyendas sagradas de brahmanes y ermitaños. Los jatakas son historias maravillosas (Escrito por Babar http://www.revistababar.com/web/index.php?option=com_content&task=view&id=757&Itemid=48 )



IBBY es la Organización Internacional para el Libro Infantil y Juvenil (IBBY) es un colectivo sin fines de lucro. Está compuesto por asociaciones y personas de todo el mundo comprometidas con la idea de propiciar el encuentro entre los libros y la infancia.

Misión de IBBY

Promover el entendimiento internacional a través de los libros para niños y jóvenes
  • Facilitar a los niños y jóvenes de todos los países oportunidades para acceder a los libros de calidad literaria y artística
  • Favorecer la publicación y distribución de libros de calidad para niños y jóvenes, especialmente en los países en desarrollo
  • Proporcionar apoyo y formación a quienes trabajan con niños y jóvenes y con los libros concebidos para ellos
  • Estimular la investigación y la publicación de trabajos académicos en el campo de los libros para niños y jóvenes

  • IBBY se fundó en Zurich (Suiza) en 1953 y está constituida por más de setenta Secciones Nacionales. Algunas de ellas representan países con políticas de alfabetización y publicación altamente desarrolladas; otras cuentan, en cambio, con escasos profesionales, comprometidos por lo general en una labor pionera de publicación y promoción de libros para niños.
    Las Secciones Nacionales están organizadas de distintas maneras y operan en los planos nacional, regional e internacional. En los países en que no existe una Sección Nacional puede haber miembros de IBBY a título individual.
    Los miembros de las distintas Secciones Nacionales representan todos los campos de actividad relacionados con los libros para niños: autores e ilustradores, traductores, editores, periodistas y críticos, maestros, profesores y estudiantes universitarios, bibliotecarios y libreros, padres y asistentes sociales.

    mayores informaciones http://www.ibbychile.cl/

    viernes, 14 de marzo de 2008

    "Literatura infantil," Enciclopedia Microsoft® Encarta® Online 2007http://es.encarta.msn.com © 1997-2007 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos. © 1993-2007 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.
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    5
    Siglos XX Y XXI. Esplendor del libro infantil

    La literatura infantil adquirió, por fin, su autonomía en el siglo XX. La psicología del niño, sus intereses y sus vivencias son tenidas en cuenta por los escritores, que elaboran mucho más sus personajes, les dotan de vida interior y les hacen crecer a lo largo de la obra.

    Con las corrientes alternativas a la educación formal, impulsadas por pedagogos como Ivan Illich, Maria Montessori, Jean Piaget o Paulo Freire, así como las aportaciones de la psicología infantil que considera al niño como un ser en desarrollo que vive la socialización en su momento más intenso, los libros infantiles cobraron una nueva dimensión: la de facilitar la adaptación al mundo real por medio de la lectura creadora. No se trata, pues, de acelerar el proceso de desarrollo ofreciendo a los más jóvenes información, sino de situarse en su nivel cognitivo para que puedan incorporar y asimilar mejor las circunstancias en las que viven. Ya decía François Rabelais: “El niño no es un vaso que hay que llenar, sino un fuego que al alimentarlo crece”.

    Así pues, desde este punto de vista, se puede decir que la literatura infantil de estos años no diferencia temas ni géneros literarios o estilos específicos infantiles, sino simplemente, puntos de vista narrativos, que suelen ser dos fundamentales: el fantástico y el realista. Desde la fantasía pretende desarrollar la imaginación infantil para que, con el distanciamiento que proporciona el género, se pueda entender mejor la cotidianidad o fantasear sobre ella. A esta tendencia pertenecerían los cuentos de hadas, los relatos fantásticos, la ciencia ficción y la mayoría de los cuentos tradicionales. La tendencia realista es la más diversificada por la gran variedad de situaciones y tratamientos que encierra. El realismo acerca el mundo de una manera literaria, es decir, artística, y, por lo tanto, universal, a unos lectores que tendrán que utilizar su imaginación para captar situaciones nuevas, vivirlas y aprender de ellas, gozando con lágrimas o risas. En esta tendencia se incluyen las novelas de aventuras, históricas, de viajes, de la vida cotidiana, novelas que tratan graves conflictos —incluso violentos— en cualquier ámbito y circunstancia (la familia y la escuela, la crisis emocional y vital, las minusvalías psíquicas y físicas, el hambre, la guerra, etc.) con héroes y antihéroes, y hasta con personajes y situaciones idealizadas o humorísticas.

    Algunos de los primeros ejemplos de literatura infantil del siglo XX fueron: Peter Pan (1904), de James M. Barrie, uno de los cuentos más famosos del mundo, que narra la historia del niño eterno, que no quiere crecer, habla con los animales, escucha a los elfos que viven en el parque y conoce el mundo secreto que se esconde tras la realidad; y El maravilloso viaje de Nils Holgersson a través de Suecia, de la autora sueca Selma Lagerlöf, premio Nobel de Literatura, que fue publicado en dos partes (1906-1907).

    A principios de siglo, en Inglaterra, se publicaron tres libros interesantes: El viento en los sauces (1908), de Kenneth Grahame, es un espléndido libro sobre la naturaleza, que describe la vida de algunos animales a la orilla de un río; Winnie, the Pooh (Winnie de Puh, 1927), de A. A. Milne, que trata la relación tradicional entre un niño y su osito de felpa de una forma ingeniosa y llena de sensibilidad; y El doctor Dolittle y sus animales, de Hugh Lofting, una serie protagonizada por un doctor que cura a los animales mientras vive las más disparatadas y emocionantes aventuras.

    A lo largo de este siglo fueron surgiendo personajes literarios que conectaron rápidamente con el público infantil y se convertirían en protagonistas de largas series de libros, como Los mumins, de la finlandesa Tove Jansson, seres fantásticos y minúsculos que actúan de forma alegre y alocada; Pippi medias-largas (1945), de Astrid Lindgren, uno de los héroes modernos de la literatura infantil: la niña libre, generosa y que nunca se aburre. Mary Poppins (1934), de Pamela Travers, fue el primer título de la serie que narraba las experiencias de una familia con cinco hijos al cuidado de una peculiar institutriz.

    Algunos libros significaron un punto de referencia fundamental, tanto para los niños como para los adultos, como El principito (1943), de Antoine de Saint-Exupéry, el piloto francés que murió en acción durante la II Guerra Mundial y que supo crear un personaje fascinante y poético, así como Marcelino Pan y Vino (1952), del escritor español José María Sánchez Silva, un cuento de raíces religiosas y características muy españolas, que se tradujo a muchas lenguas. Su autor mereció el Premio Andersen en 1968. Este premio, considerado como el Nobel de la literatura infantil, se creó en 1956 y supone un reconocimiento mundial para escritores e ilustradores.

    Escritores como Gianni Rodari, premio Andersen de 1970, autor de Cuentos por teléfono (1960) y La gramática de la fantasía (1973); Michael Ende, con Momo (1973) y La historia interminable (1979), o Erich Kästner, autor de El 35 de mayo (1931), revolucionaron la literatura infantil con su creatividad y su fantasía.

    En los años posteriores, numerosos escritores de todo el mundo supieron conectar con los gustos del público infantil y juvenil y llegaron a crear auténticos éxitos universales, como Enid Blyton (1900-1968), una prolífica autora que ha publicado más de cuatrocientos libros apreciados por niños de todo el mundo; la escritora sueca María Gripe, con la serie sobre Elvis Karlson; (1973); J.J. Sempé, autor del personaje conocido como el pequeño Nicolás, protagonista de una serie que gusta a niños y adultos; y A. Sommer-Bodenburg, con otra serie de único protagonista que alcanzó fama mundial, El pequeño vampiro.

    Pero, en el gran mosaico de tendencias de la literatura infantil y juvenil, también hay escritores que se han acercado con realismo a los problemas de los adolescentes, como Judy Blume en ¿Estás ahí, Dios? Soy yo, Margaret (1970); Susan E. Hinton en Rebeldes (1967) y La ley de la calle (1968), de las que hizo unas famosas películas Francis Ford Coppola en 1983, a pesar de que en algunos estados de Estados Unidos están prohibidas las obras de la autora; y Christine Nöstlinger, la gran intérprete de la tendencia antiautoritaria de la década de 1970, con muchas obras en su haber, entre las que destaca su novela Konrad, o el niño que salió de una lata de conservas (1977).

    En este apartado, merecen también mención los escritores ingleses Sue Townsend, creadora del personaje de Adrian Mole; Terence Blacker, con las historias de Ms Wiz; Harry Horse, autor de Los últimos osos polares (1993); el irlandés Eoin Colfer, con su exitosa serie de Artemis Fowl, o la brasileña Ana Maria Machado, autora de Historia medio al revés (1979).

    A principios de siglo XXI, el mercado infantil es uno de los más dinámicos del mundo editorial. Las lecturas escolares dejan paso a los libros de ocio, principalmente a las series. El ejemplo más destacable, es, sin duda, la obra de la escritora británica J.K. Rowling, autora de la serie de Harry Potter, convertida en best seller desde la publicación de su primer título, Harry Potter y la piedra filosofal, en 1997. En el total de siete libros que componen la serie se narran las aventuras de un niño mago y de sus amigos del colegio de magia y hechicería Hogwarts. Los libros han sido traducidos a más de sesenta idiomas, y las versiones cinematográficas que se han realizado han colaborado a su enorme éxito mundial. Muchos críticos y educadores consideran que uno de los mayores valores de la autora ha sido la de incitar a la lectura a los más jóvenes.

    En un mundo dominado por los medios audiovisuales, en estos años se produce también un auge del álbum ilustrado: la creatividad de los ilustradores se une a textos de gran contenido, presentados en ediciones sumamente cuidadas y con formatos innovadores; es el caso de las obras de Rébecca Dautremer, como Princesas olvidadas o desconocidas (2004). En relación con esta idea visual, los libros infantiles se vuelven originales, espectaculares, animados… creados para leer con los cinco sentidos.
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    4
    Siglo XIX. Descubrimiento del niño


    A comienzos del siglo XIX, el romanticismo y su exaltación del individuo favorecieron el auge de la fantasía. Numerosos autores buscaron en la literatura popular su fuente de inspiración y rastrearon en los lugares más remotos de sus respectivos países antiguas leyendas que recuperaron para los niños. Así surgieron a principios de este siglo grandes escritores que se convertirían con el paso de los años en clásicos de la literatura infantil.

    Jacob y Wilhelm Grimm, escribieron sus Cuentos para la infancia y el hogar (1812-1822), en los que aparecen personajes que se harían famosos en todo el mundo: Pulgarcito, Barba Azul, Blancanieves... o Cenicienta y Caperucita, que ya se conocían en la versión de Perrault del siglo anterior.

    Hans Christian Andersen fue el gran continuador de la labor de los hermanos Grimm. Sus Cuentos para niños (1835) gozaron de un éxito impresionante, y no dejó, durante toda su vida, de publicar cuentos en los que conjugaba su sensibilidad para tratar los sentimientos de los más variados personajes —La sirenita, El patito feo, El soldadito de plomo, La vendedora de fósforos y tantos otros— con la más alta calidad literaria.

    España se incorporó algo más tarde a esta corriente de literatura popular. Cecilia Böhl de Faber, más conocida por su seudónimo de Fernán Caballero (1796-1877), es una de las primeras personas que se preocupa por la literatura infantil en este país. Recogió el folclore infantil y leyendas y cuentos populares y los fue publicando en un periódico para niños. En 1874 publicó la colección completa con el título Cuentos, oraciones, adivinanzas y refranes populares e infantiles. Alentado por Fernán Caballero, el padre Coloma (1851-1915) publicó la colección de cuentos para niños Lecturas recreativas (1884); entre ellos se encuentra el famoso Ratón Pérez, que se inspira en la leyenda popular. También escribió una novela histórica muy didáctica e idealizada, dirigida a los niños, Jeromín, sobre la infancia de don Juan de Austria y que supuso una manera nueva de contar la historia con fines claramente didácticos.

    En 1876 se creó la editorial de Saturnino Calleja, de fundamental trascendencia para la literatura infantil española. Calleja editó casi todo lo que se escribía para los niños en el mundo: son los famosos Cuentos de Calleja, en colores, con ilustraciones y a precios muy asequibles. Divulgó los cuentos de Las mil y una noches, Los viajes de Gulliver o Las aventuras de Robinson Crusoe, entre otros muchos libros famosos. Además contó con los mejores ilustradores y autores de la época, como Salvador Bartolozzi.

    La ávida respuesta de los niños a mitos y cuentos de hadas hizo suponer que sus mentes poseían una ilimitada capacidad de imaginación y que podían pasar sin ninguna dificultad de la realidad a la fantasía. Edward Lear, el iniciador del nonsense o literatura del absurdo, fue uno de los primeros autores en apreciarlo. Pero la suprema combinación de fantasía y humor la aportó Lewis Carrol en su Alicia en el país de las maravillas (1865). La popularidad de esta obra se debe a que bajo su fantasía late una profunda percepción psicológica unida a una lógica que sólo un matemático como Carrol, que fuera a la vez un gran escritor, podría utilizar de forma tan atractiva.

    Oscar Wilde continuó la tradición romántica de los cuentos de hadas con sus obras El príncipe feliz, El gigante egoísta y El ruiseñor y la rosa, entre otros. En la segunda mitad del siglo XIX se afianzó la novela de viajes y aventuras al aparecer los grandes cultivadores de este género. Robert Louis Stevenson (1850-1887) escribe La isla del tesoro (1883), que se convertiría con el tiempo en un clásico de marinos y piratas. Rudyard Kipling (1865-1936) publicó El libro de la selva (1894), la historia de un niño indio criado en la selva entre animales salvajes, que ha tenido un éxito inmenso. Jules Verne (1828-1905) inicia sus novelas científicas que adelantan el futuro: El viaje de la Tierra a la Luna, Veinte mil leguas de viaje submarino o Viaje al centro de la Tierra.

    De este modo, el siglo XIX, que había comenzado su andadura poniendo al alcance de los niños un mundo mágico poblado de duendes, hadas, fantasmas y brujas, terminó ofreciéndoles una literatura que se beneficia e incluso anticipa los adelantos científicos de la época.

    En los Estados Unidos Mark Twain (1835-1910) publicó Las aventuras de Tom Sawyer (1876), que narra las travesuras de un niño corriente, que se aleja mucho de la imagen de niño modelo que preconizaba la literatura infantil hasta este momento.

    E. T. A. Hoffmann (1776-1822) escribió Cuentos fantásticos en los que lo extraordinario se une a lo maravilloso como en El cascanueces o El cántaro de oro.

    Otro de los grandes protagonistas de la literatura infantil universal aparece también por esas fechas, Pinocho (1883), del escritor italiano Carlo Collodi (1826-1890), un muñeco de madera que termina convirtiéndose en un niño de carne y hueso, como símbolo de la evolución hacia la toma de conciencia por parte del niño. Collodi consiguió un personaje atractivo y universal que adelantaba las nuevas tendencias de la literatura infantil del siglo XX.

    LITERATURA INFANTIL. Desde la Edad Media al S. XVIII

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    1
    Introducción


    Literatura infantil, término que engloba diferentes géneros literarios: ficción, poesía, biografía, historia y otras manifestaciones literarias, como fábulas, adivinanzas, leyendas, poemas y cuentos de hadas y tradicionales de transmisión oral. La literatura infantil apareció como forma o género independiente de la literatura en la segunda mitad del siglo XVIII y se ha desarrollado de forma espectacular en el siglo XX.


    2.
    Edad media y renacimiento. Inicios del libro y didactismo


    En esta época eran pocos los adultos y niños que tenían acceso a los libros y la lectura. Leer era un privilegio. La cultura se hallaba recluida en palacios y monasterios, y los pocos libros a los que se tenía acceso estaban marcados por un gran didactismo que pretendía inculcar buenas costumbres y creencias religiosas. Es de suponer que en esta época los niños oirían con gusto poesías, cuentos y cuentos tradicionales que no estaban, en principio, pensados para el público infantil.

    En un estadio tan primitivo de la literatura no es de extrañar que niños y adultos escucharan las mismas cosas y tuvieran las mismas lecturas, como las Cantigas de Alfonso X el Sabio (1252-1284), o un siglo más tarde El Conde Lucanor o Libro de Patronio (1335), del infante don Juan Manuel, colección de cincuenta apólogos dirigida a niños y adultos. Este mismo autor escribió el Libro de los estados o libro del infante, también de tipo didáctico.

    Los escasos libros para niños que existían en esta época eran abecedarios, silabarios, bestiarios o catones (los libros llenos de sentencias que seguían a los abecedarios) que contenían normas de comportamiento social y religioso.

    La influencia del mundo antiguo oriental dominó gran parte de la edad media. Ramón Llull (1232-1316) compuso el Llibre de les besties, y, pensando en los niños, un Ars puerilis dedicado a la educación de la infancia.

    Como una muestra más de la preocupación por lo pedagógico y la intención moral que dominaba en esta época, se pueden citar los Proverbios del marqués de Santillana que escribió por encargo del rey Juan II para su hijo.

    La invención de la imprenta puso en manos de los niños libros que hasta ese momento sólo se conocían por versiones orales. Uno de los primeros que se editó en España fue el Isopete historiado, en el año 1489. Se trataba de una traducción al castellano de las fábulas de Esopo, con grabados en madera. En la misma imprenta, la de Juan Hurus en Zaragoza, se editó en 1493 una versión del Calila e Dimna, el Exemplario contra los engaños y peligros del mundo, que avisa en su prólogo que se trata de un libro tanto para adultos como para los niños.

    Numerosas cartillas y abecedarios debieron de imprimirse en esta época, así como adaptaciones de los libros sagrados, como el Antiguo Testamento para los niños, de Hans Holbein (1549).

    3
    Siglos XVII y XVIII. Comienza la fantasía
    El descubrimiento del mundo antiguo sacó a la luz numerosas fábulas de la Antigüedad, y junto a traducciones de Esopo aparecieron nuevos creadores: en España, Sebastián Mey, Fabulario de cuentos antiguos y nuevos (1613), que reúne una colección de 57 fábulas y cuentos que terminan con un dístico moralizador, y en Francia Jean de La Fontaine, autor de las Fábulas.

    En Alemania se edita en 1658 el Orbis Sensualium Pictus, del monje y pedagogo Comenio. Este libro en imágenes se considera revolucionario dentro de la literatura infantil. Se publicó en cuatro idiomas, latín, alemán, italiano y francés y cada palabra llevaba su correspondiente dibujo. Se trata de un libro de concepción muy moderna que defiende la coeducación y el jardín de infancia.
    Charles Perrault (1628-1703) publicó en Francia sus Cuentos del pasado (1697), en los que reúne algunos relatos populares franceses. Estos cuentos, que subtitula Cuentos de mamá Oca, recogen relatos populares franceses y también la tradición de leyendas célticas y narraciones italianas. Piel de asno, Pulgarcito, El gato con botas, La Cenicienta y Caperucita Roja aparecen en esta obra y al final de cada uno añade una moraleja. Con estos cuentos maravillosos Perrault introdujo y consagró “el mundo de las hadas” en la literatura infantil.

    Siguiendo las huellas de Perrault, Madame D’Aulnoy (1650-1705) escribió cuentos como El pájaro azul o El príncipe jabalí.

    Madame Leprince de Beaumont (1711-1780) escribió más tarde El almacén de los niños (1757), un volumen con diversos contenidos en el que se incluye una de las narraciones más hermosas de la literatura fantástica, La bella y la bestia.

    Pero las narraciones que realmente triunfaron en toda Europa fueron las de Las mil y una noches, que se tradujeron al francés en once tomos entre 1704 y 1717. En 1745, John Newbery abrió en Londres la primera librería y editorial para niños, La Biblia y el Sol, y editaron gran número de obras. En 1751 lanzó la primera revista infantil del mundo: The Lilliputian Magazine. En España, la primera revista infantil se publicó en 1798: La Gaceta de los Niños. En Inglaterra aparecieron dos libros de gran trascendencia: el Robinson Crusoe (1719) de Daniel Defoe (1660-1731) y Los viajes de Gulliver (1726), de Jonathan Swift (1667-1745). La intensa actividad intelectual del siglo XVIII benefició también al niño, ya que a partir de este momento, y gracias al pensador francés Jean-Jacques Rousseau, se dejó bien claro en su Emilio (1762) que la mente de un niño no es como la de un adulto en miniatura, sino que debe ser considerada según características propias.

    Los filósofos y pensadores de la época comenzaron a considerar que el niño necesitaba su propia literatura, por supuesto con fines didácticos, y en España Tomás de Iriarte (1750-1791) escribió unas Fábulas literarias (1782) por encargo del ministro Floridablanca, y Félix Mª Samaniego (1745-1801) publicó sus Fábulas morales (1781).


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    miércoles, 5 de marzo de 2008

    FONDO NACIONAL DE FOMENTO DEL LIBRO Y LA LECTURA 2008

    POSTULAMOS EL

    "2do ENCUENTRO DE AUTORES EN
    LA PATAGONIA EN TORNO AL
    LIBRO Y CUENTO INFANTIL
    PARA EL PERFECCIONAMIENTO DE LA PROMOCIÓN DE LA LECTURA"
    EL CONSEJO NACIONAL NOS ESCUCHE....
    Y LOS JURADOS NOS APRUEBEN....
    Y como dijo Víctor Carvajal:
    "Este proyecto que estamos apoyando
    es una semilla que no podemos
    dejar que se muera"
    en La Prensa Austral -11 de octubre de 2007